Efemérides -

B.B. King, el rey del blues: su amor por Argentina y su gran admiración por Pappo

El legendario guitarrista cumpliría 96 años. En su exitosa carrera grabó decenas de discos y fue reconocido con una infinidad de premios. Su relación con Argentina empezó con un pancho en una esquina de Manhattan.

Este jueves 16 de septiembre, Jazz and Cash rinde homenaje al histórico guitarrista estadounidense de blues, B.B. King, quien cumpliría 96 años.

Inició su andadura en la música como disc-jockey en una importante emisora de radio de Memphis, donde se oiría por primera vez su propia música y popularizaría su nombre artístico. Esta importante promoción le permitió firmar por una discográfica independiente californiana, con la que trabajó durante diez años y para la que grabó tanto su primer disco (1949) como el que le lanzaría definitivamente a la fama, Three o’clock blues. Máxima figura del rhythm and blues, B.B. King creó escuela con su guitarra. Todavía en los años noventa muchos grupos consagrados seguían solicitando su colaboración: así, los Rolling Stones o U2. Dotado de una voz potente y de una personalísima técnica interpretativa, King fue el espejo donde se miraron los bluesmen más eminentes de las nuevas generaciones, como Albert King o Eric Clapton.

Hijo de Albert y Nora, aparceros cultivadores del algodón cuyas condiciones de vida no estaban muy alejadas de la esclavitud, sus padres se separaron cuando tenía cuatro años. El pequeño se fue a vivir con su madre, que moriría cinco años más tarde. Su abuela Eleonora, también aparcera, fue quien se hizo cargo de él. B.B. King tuvo su primer contacto con la música a través del coro de la iglesia baptista St. John Gospel, en la que su tío estaba emparentado con el reverendo. A los 16 años tuvo su primera guitarra, a la que llamó Lucille en honor a una mujer que estuvo a punto de morir en un incendio cuando dos hombres se disputaban su amor.

En esta etapa compaginó su afición por la música (trabajaba de disc-jockey en la única emisora de radio negra de la zona) con su empleo de conductor de tractor en una plantación. Cobraba en esa época 22 dólares al mes, y cuando finalizaba su jornada se dirigía a cualquier esquina a tocar su guitarra, trabajo con el que llegaba a conseguir cien dólares por noche. Decidido a dedicarse la música, viajó a la ciudad de Memphis, en el estado de Tennessee, donde llegó a formar varios grupos. En esta ciudad conoció a Sonny Boy Williamson II, con quien colaboró como disc-jockey en su programa de radio. En la emisora lo llamaban Blues Boy, apodo que abreviaría para formar su nombre artístico: B.B. King.

Gracias a sus contactos radiofónicos, a finales de 1949 grabó su primer disco: Miss Martha King, dedicado a su esposa. Dos años más tarde le llegó el éxito con su octavo single, Three o'clock blues, un verdadero superventas. En la década de los años 60 traspasó todas las fronteras: no era ya solamente un genio del blues, sino también uno de los mejores intérpretes de la música popular de todos los tiempos. En 1964 grabó su ya legendario Live at the Regal e inició un serie de giras que lo llevarían tres años más tarde a participar en el Festival de Jazz de Montreux y, en 1968, en el de Newport Folk. Después vendrían sus conciertos en Europa y su gira, en 1970, como telonero de los Rolling Stones. De esta etapa es su álbum The thrill is gone. Años más tarde, en 1976, editó su disco Together for the first time.

Títulos posteriores de su discografía fueron Live at Sant Quentin (1990), Live at The Apollo (1991), There is always one more time (1992), King of the blues (1992), Blues summit (1993) y Heart to heart (1994), que grabó a dúo con Diane Schuur. En 1995 sacó su álbum Lucille and friends, un recopilatorio para el que contó con la colaboración de célebres colegas del blues, como Boby Blands, y de cantantes como Stevie Wonder o Ringo Star. Al año siguiente, en 1996, publicó su álbum How blue can you get, un recopilatorio de 29 temas grabados en directo en treinta años de conciertos. Aunque desde esta fecha no grabó más trabajos propios, colaboró con artistas como el español Raimundo Amador en Noches de flamenco y blues (1999), con Eric Clapton en el álbum Riding with the king (2000) y con el compositor italiano Zucchero Fornaciari en su álbum Zu & Co (2005), en el que se reúnen músicos y estilos variopintos.

Canciones como Caledonia, Rock me baby, When loves comes to town o Ain't nobody's business sobresalen entre las que contribuyeron a hacerle mundialmente famoso. Merecedor a lo largo de su carrera de trece premios Grammy, numerosos galardones premiaron su trayectoria: recibió la Medalla de las Artes de Estados Unidos e ingresó en 1992 en el Salón de la Fama. Conocido como el rey del blues, B.B. King no se separaba nunca de su guitarra, Lucille, con la que dio miles de conciertos a lo largo de su trayectoria profesional. Su música, mezcla de blues con jazz-swing y pop, influyó en grandes guitarristas como Eric Clapton o Gary Moore.

Su amor por la Argentina y su admiración por Pappo

El amor que B.B. King tenía por nuestro país era tan grande como su admiración por Noberto Napolitano, a quien ubicó entre los más grandes del mundo. Esta historia de amor comenzó con un pancho en una esquina de Manhattan.

El responsable fue Carlos Geniso. Músico de blues de la banda Avalancha, que vendía panchos en una esquina cercana a las oficinas del manager de King, Sid Seidenberg. Una mañana vio pasar a B.B. King y se acercó a saludarlo y le regaló un pancho, gesto que agradeció el blusero con su sencillez habitual. Este gesto se repitió de ahí en adelante cada vez que King iba a la oficina del manager, hasta que B.B. lo invitó a pasar. Ahí Geniso le dijo que quería llevar a King a Argentina, Seidenberg le pidió 15.000 dólares para hacer la gira. Una utopía.

Geniso consiguió dólar por dólar, vendiendo panchos, remeras, de todo. Así logró su sueño de traer al icónico blusero al país. Una vez en Argentina, King dio un show íntimo en el Hotel Bauen, un 26 de abril de 1980. Cuando terminó la presentación, el músico estaba terriblemente conmovido por el acompañamiento, el amor y respeto profesado por el público. “Es increíble, gente que no tiene en general dominio del inglés y de la música ha sido tan atenta, tan compañía”, le dijo a su manager. Esa visita estuvo acompañada por dos noches en Obras en que el afecto fue enorme, más no la convocatoria, el blues no era masivo en esta parte del mundo todavía. B.B. volvería en 1991, 1992, 1993 y 1998, su última visita fue en 2010, donde conmovido, interactuó mucho con el público. Si bien expresaba su deseo de volver, esos shows tuvieron gusto a una sabida despedida.

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